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¿En base a qué juzgamos el comportamiento de los demás? Recordando nuestros vídeos anteriores, decíamos que no siempre nos comportamos como queremos, sino como podemos, en base a nuestras heridas no sanadas. Comportamientos que nos hacen daño a nosotros mismos, o que hacen daño a los que nos rodean. Comportamientos que complican nuestro alcance de la felicidad o que no se basan en la libertad verdadera de quien busca el bien. Comportamientos dañinos que brotan más de un inconsciente que grita por las heridas sufridas, que de una felicidad alcanzada.


La ley por la ley nos lleva a condenar todos aquellos comportamientos que legalmente son inaceptables, pero, la ley como tal no puede sanar a quien comete dichos comportamientos. Resulta fácil juzgar el comportamiento erróneo y muy difícil analizar las causas últimas de ese comportamiento, sin embargo, hasta que no llegamos a la causa última, nuestros juicios sólo valdrán para condenar, no para erradicar la causa del comportamiento dañino.


Obviamente, un maltratador que inflige un daño a su pareja debe obtener una sanción por su comportamiento y debe restaurar el daño causado, pero, ¿quién nos garantiza que por esa condena su comportamiento erróneo no se volverá a repetir? Solo un tratamiento eficaz destinado a sanar las heridas del que maltrata a quien supuestamente ama, sería capaz de erradicar la raíz del comportamiento erróneo y dañino. El elevado porcentaje de maltratadores que han sido maltratados previamente, o en los que ha habido un apego inseguro en la infancia debería hacernos pensar.


Y, ¿cuando tú y yo sentimos envidia de otros? ¿y cuando criticamos, murmuramos, difamamos o tiramos el buen nombre de los demás? Ese daño que causamos en el día a día con conversaciones en apariencia "sin importancia", ¿estamos actuando libremente? ¿No debe ser también sancionado? ¿Qué juicio hacemos de nuestro comportamiento? Sin embargo lo hacemos, y la raíz del mismo, radica en la inseguridad personal, en la envidia o en el empeño en buscar a los demás un defecto que nos permita ser superiores a ellos al menos durante unos minutos.


Cada día vemos en los medios de comunicación multitud de juicios sobre el comportamiento erróneo de los demás. Nos atrevemos a decir la sanción o pena que deben cumplir. Nos convertimos en jueces, políticos, economistas, moralistas... y emitimos juicios y sentencias sin cesar. Sin embargo, no aportamos soluciones ni creemos que un maltratador, un violador o drogadicto, más aún si son reincidentes, merezcan un tratamiento que de forma más eficaz que una condena, elimine la causa de sus comportamientos dañinos.


Aún tratándose de comportamientos sancionables e incluso repulsivos, el juzgar y sancionar ese comportamiento no cerrará las heridas emocionales del juzgado. Más aún, no evitará que se vuelvan a cometer. Propongamos sistemas judiciales donde además del cumplir una pena o restaurar el daño causado a las víctimas por comportamientos execrables, abordemos la raíz y causa de tan abominables actos, así, además de erradicarlos, cambiaremos la vida de PERSONAS que cometen delitos y abordaremos el mal desde la raíz, no desde las consecuencias. Empecemos desde la base, ¿que ganamos cuando juzgamos el comportamiento del otro si en el 100% de los casos solo juzgamos lo externo y nos faltan datos sobre el mundo emocional e inconsciente del otro y sus heridas emocionales? ¿Qué ganamos con una sentencia moral o legal o una crítica que difama, si nos faltan las verdaderas motivaciones del comportamiento del otro?


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La libertad como un concepto psicológico y filosófico, define la capacidad de elegir aquello que nos hace bien, lo que nos construye y nos edifica. El concepto de libertad es un concepto positivo, es decir, supone un bien para el hombre. ¿Por qué una madre es capaz de dar su vida por un hijo? ¿Por qué sacrificamos el propio sueño o el descanso por atender a un hijo enfermo? Porque estamos convencidos del bien, y LIBREMENTE optamos por un bien mayor para nosotros. Nadie nos obliga y sin embargo, sentimos un impulso emocional incontrolable, que nos lleva a optar por una opción que ni tan siquiera nos incomoda, en ese momento, nos hace más libres.


No es libre optar por algo que nos destruye o nos hace daño. Puedo elegirlo, si, pero no desde la libertad, sino desde la dependencia. ¿Puedo optar por una relación de pareja que no me hace bien? Si, guiado por la dependencia emocional. En ese caso, no opto libremente por esta relación, sino esclavizado por mi necesidad afectiva que debe cubrirse aún con una relación mediocre o dañina.


Alguien que comete un acto con el cual se hace daño a sí mismo, o hace daño a los que están más cerca ¿está actuando libremente? ¿Tiene por tanto conciencia y voluntad plena de hacer daño y opta por hacer o hacerse daño libremente? Puede ser desconocedor o ignorar el daño que se hace y que hacemos a los demás, pero la ignorancia es síntoma de falta de libertad. Una persona que padece un trastorno adictivo, ¿es libre en elegir sus actos? La mayoría de las veces, lo que nos quita la libertad no es lo que elegimos hacer con conciencia y con voluntad, sino lo que hacemos de forma inconsciente, impulsiva, sin meditarlo en un estado de conciencia plena, ¿por qué? Porque en ese momento actuamos guiados por las heridas emocionales que no han sido resueltas, del pasado más lejano o del más próximo. El celoso patológico o el maltratador, no actúa libremente, sino bajo un impulso emocional que le lleva a defenderse ante una posible ruptura de su pareja o una posible infidelidad de la misma. Es decir, su baja autoestima, el sentirse infravalorado y su falta de seguridad personal, le llevan a controlar y asfixiar a su pareja "por miedo a que le deje o a que encuentre otro mejor". ¿Son libres sus actos dañinos o están motivados por la herida emocional de no haberse sentido querido, aceptado y valorado cuando más lo necesitaba? ¿Es por tanto libre o está esclavizado de una falta de amor que no le llegó como necesitaba en las primeras etapas de su vida? ¿Puede que esté actuando de forma inconsciente, involuntaria y guiado únicamente por su herida emocional de un rechazo o falta de valoración a su persona en el pasado?


Son múltiples los actos que cometemos guiados por las heridas emocionales no sanadas, y estos son frecuentemente fuente de malestar para la persona que comete el acto y para su entorno. Cuando criticamos o murmuramos, ¿no estamos actuando por la envidia de ver lo que tienen los demás y que a nosotros nos falta? En esos momentos las heridas emocionales nos llevan a actuar de una forma contraria a la que nos gustaría, a la que nos hace bien, a la que nos construye, es decir, en contra de nuestra libertad y esclavizándonos a experiencias pasadas donde nos hicieron daño y nunca resolvimos.


En este vídeo trataremos de explicar cómo la raíz fundamental de nuestra personalidad, lo que llamamos apego, y la adquisición de herramientas de gestión emocional juega un papel fundamental en nuestras vidas para que realmente nuestro comportamiento, nuestros pensamientos y nuestras emociones sean las de un persona libre. Un buen apego, nos garantiza que nuestro comportamiento sea más seguro, más estable y más libre en el sentido que nos construye y edifica.


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El perdón es una virtud que podemos ofrecer tanto a los demás como a nosotros mismos. De hecho, para poder darlo a los demás, primero tenemos que ser capaces de usarlo con nosotros mismos. Es un producto derivado del amor: si no somos capaces de amarnos a nosotros mismos y reconocer en nosotros la majestuosidad de la naturaleza humana, no seremos capaces de considerar a los demás como buenos.


Hemos de saber que todos, absolutamente todos, tenemos "defectos" y cometemos errores, por lo que hay que aprender a perdonarse a uno mismo y también a perdonar a los demás para poder alcanzar una plenitud de vida y de esa forma ser más felices. Un dato: el 80% de los errores que cometemos o de lo que consideramos defecto, se muestra de forma involuntaria e inconsciente. No hacemos el mal de forma deliberada y voluntaria.


La mayoría de nuestros errores son la muestra de un no poder comportarnos como queremos sino como podemos. ¿Y entonces qué es comportarse mal, cometer errores, tener fallos o defectos? Es una muestra de herida emocional.


La envidia, así entendida, sería la ira que me produce ver que los demás tienen algo que yo no puedo tener -nos habla por tanto de carencia personal-; los celos, serían la muestra del miedo a la pérdida del otro, por quedarme solo o sin la valoración que me da el otr@ - es entonces inseguridad personal por no haber tenido un afecto incondicional en las primeras etapas de la vida-; la adicción, sería el uso de una sustancia o el hábito de realizar un comportamiento para aliviar un malestar emocional - por tanto un dolor emocional no resuelto que se alivia con un paliativo como el alcohol, la pornografía, las compras o las redes sociales.... Podríamos poner innumerables ejemplos sobre nuestros errores y su significado, sobre los errores de los demás y el daño que nos han causado.


Todos sabemos que hay cosas, hechos, momentos vividos, que son muy difíciles de perdonar, pero quien realmente es sabio y cuida su salud mental, encuentra en el perdón, así mismo y al otro, la herramienta perfecta para evitar el odio, el rencor, la rabia, la frustración, la impotencia... que tantas veces no nos dejan continuar con nuestra vida y nuestro crecimiento.


Despréndete de tus heridas, de tu culpabilidad y del daño que te han causado, solo entonces serás libre. Solo entonces sabrás, que no eres digno de ser amado por ser perfecto (en esa perfección que entiende el mundo como el no fallar jamás), sino por ser tu, por ser humano, que ya es suficientemente perfecto (entendiendo humano como el que aún fallando, tiene la capacidad de enmendar el error y de perdonar liberándose del odio, a quien comete errores). ¿No es mucho más perfecto este mecanismo? Los beneficios del perdón son inmensos para la salud mental y la salud física, pero sobre todo, son la muestra de que nos hemos sentido amados por alguien, sin condiciones y sin límites, ya que aún fallando, nos amaba inmensamente. Perdonarse y perdonar, es por tanto síntoma de apego seguro, de sentimiento de filiación, de haber crecido con seguridad en el amor. Crecer así es sinónimo de libertad interior.


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